lunes, 18 de junio de 2012

Jalisco, fervor religioso


El turismo y la tradición religiosa confluyen en esta Ruta, Un recorrido de unos cien kilómetros para disfrutar de fiestas, naturaleza y arqueología


La ruta, que abarca seis municipios de Jalisco, es un proyecto diseñado para impulsar el turismo en la zona de la Sierra occidental de México, cuyos bosques y sierras constituyen un área natural protegida, y preservar la peregrinación a Talpa, que data de hace más de 100 años.

La región es visitada por miles de personas en Semana Santa, pero también en otras fiestas religiosas: el 2 de febrero, Día de la Candelaria; en marzo durante el novenario al Señor San José, y 12 de mayo, en la coronación de la Virgen de Talpa, una de las más veneradas por los mexicanos y migrantes que viven en EE.UU. «Es una zona con mucha vocación religiosa, pero también con muchos atractivos naturales, arquitectónicos y gastronómicos que todos pueden disfrutar», dice el coordinador de la ruta, Rodolfo Herrada.
Por ello, el Gobierno de Jalisco puso en marcha un proyecto que incluyó la construcción de una capilla a cielo abierto de 18 metros de altura, cuatro miradores, tres ermitas, seis sitios de descanso y dos albergues a lo largo del trayecto. El concepto del proyecto, desarrollado por Dellekamp Arquitectos y Tatiana Bilbao, entre otros arquitectos, fomenta el senderismo y el turismo ecológico.

El visitante puede hacer el recorrido en automóvil, bicicleta o a pie, como lo dicta la tradición, y deberá ir completando los retos señalados en un pasaporte del peregrino, que se le otorga en el primer punto del camino, en el poblado de Ameca. El pasaporte invita a conocer los museos, haciendas, iglesias, paisajes y la gastronomía de los pequeños poblados, donde el turista deberá acumular sellos canjeables por un obsequio al final del recorrido. Con apenas 90 casitas, el pequeño poblado de Lagunillas marca el primer reto de la travesía a pie: ascender al llamado Cerro del Obispo, con más de 1.900 metros de altura y con un mirador desde el que se puede apreciar el Valle de Ameca. Antes, es obligada la parada en el Monumento a la Gratitud, una capilla conformada por cuatro muros que simulan una cruz.

Vistas espectaculares

Al bajar del Cerro del Obispo, por pronunciados valles y barrancos se erige la ermita de piedra diseñada por el artista chino Ai Weiwei, que expresa la dualidad entre el bien y el mal. Unos 30 kilómetros adelante, al pie del cerro Las Majadas, se encuentra uno de los puntos más interesantes del recorrido, Mixtlán, conocido por pinturas rupestres que se cree datan del año 3.000 a. C. Casi un pueblo fantasma por el flujo de migrantes a EE.UU, recibe al turista con sus sitios arqueológicos, sus grutas, su manantial de agua mineral gaseosa y sus deliciosas paletas heladas de leche.

En la salida del pueblo, el rancho La Morita se convierte en un oasis para el turista, quien puede disfrutar de las cabañas, de un paseo a caballo por el Cerro del Crestón o relajarse mientras toma un baño de vapor de agua con hierbas aromáticas, conocido por las culturas indígenas como temascal. En medio de agrestes terrenos rocosos poblados de plantas de nopal y huizache comienza el tramo más difícil de la ruta, conocido como Espinazo del diablo, una colina que alcanza los 1.950 metros de altura. «La gente cree que entre más difícil es el camino, mayor es la penitencia, por eso este cerro es la clave de la ruta», señala el regidor de turismo del municipio de Atenguillo, Rosalío Villaseñor.

En el punto más alto del Espinazo del diablo se encuentra el mirador volado, que se extiende por encima del barranco más profundo del cerro. A partir de ahí la terracería y las plantas agrestes cambian por un paisaje fresco, pleno de pinos y manantiales hasta llegar a la Cruz de Romero, una capilla localizada justo al inicio del descenso hacia el poblado de Talpa. Su fachada es de cantera y resguarda la imagen de la Virgen de Talpa, traída de Michoacán en 1580 y a la que se le atribuyen cientos de milagros, y frente a ella se encuentra la plaza con una escultura dedicada a los peregrinos que anualmente la visitan. Unas 56.000 hectáreas de área protegida de helechos gigantes, encinos, magnolias y árboles de maple serán un deleite para los sentidos y el espíritu.

Autor: Mariana González  http://www.diariodeleon.es

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